Juan Pablo Resino vive y fotografía principalmente en las tierras que le son propias, allí donde se encuentran el oeste toledano y el este cacereño, en los valles del Tiétar y el Tajo. Su inquietud por acercarse al medio natural desde todos los ángulos, le ha llevado a observarlo y fotografiarlo desde el aire, sobre la tierra y metido en el agua. Este último medio ha centrado su actividad en los últimos años. Conversamos con un fotógrafo y naturalista anfibio.
¿Cómo y cuándo se produjo tu tránsito del medio terrestre y estable al acuático, húmedo e incierto?¿Qué te llevó a ello?
Bueno, antes de comenzar esta entrevista quería agradeceros invitarme a explicar esta faceta de mi actividad fotográfica.
Contestando a tu pregunta, fue hace cuatro años cuando “me tiré de cabeza al agua”. Me interesé por el aguardo flotante por llevar entonces varias temporadas inmerso en la fotografía de la cigüeña negra y pensar que este aguardo podría ofrecerme nuevas posibilidades. Por esas fechas había empezado a combinar el uso del hide tradicional con el del aguardo tumbado pues este último permitía -al margen del punto de vista rasante- mejores acercamientos a las aves. Al descubrir por otros compañeros de Fotonatura el uso del aguardo flotante comprendí que las posibilidades fotográficas podrían multiplicarse y me decidí a probarlo. En poco tiempo este artilugio me entusiasmó por permitirme penetrar, aunque solo fuese como mero observador, de una manera mucho más profunda en los entornos acuáticos.
Has dedicado muchas horas a la fotografía de cigüeñas negras, pero también a la observación de su comportamiento y costumbres. Igualmente has analizado cientos de tus fotografías para llegar a conocer todos los detalles morfológicos de la especie. Y parece que has llegado a tus propias conclusiones.
Las primeras temporadas bastante tenía con intentar acercamientos adecuados al ser esta especie tan complicada de localizar y seguir. Solo cuando obtuve resultados positivos con asiduidad me fue surgiendo de forma inevitable la necesidad de entender el comportamiento que desplegaba ante mis ojos. Así fui aprendiendo cuestiones como los distintos plumajes que adquieren los ejemplares con la edad, las posibilidades de diferenciación de sexos en el campo u otras como el estatus de la especie.
Sin embargo fui tomando tal familiaridad con la dama negra del Tiétar (como la conocen sus incondicionales) que se me ocurrió comprobar si era posible reconocer ejemplares en el campo. Resultó que no se considera posible individualizar a las cigüeñas negras a no ser que presenten alguna anomalía sensible o algún tipo de marca visible como anillas o similares.
Pero por entonces ya tenía suficientes fotos de varias temporadas y comencé a analizarlas buscando coincidencias. Después de desechar algunos indicios me centré en las marcas carunculares. En la zona roja desnuda que presentan las cigüeñas en torno al ojo –la carúncula- suelen aparecer marcadas unas manchas más oscuras. Digo que “suelen” porque durante el celo la carúncula enrojece en su totalidad para ir reapareciendo las manchas con el trascurso del verano. Aun teniendo en cuenta que el detalle es pequeño en las fotos, con ampliación suficiente y más empeño en sesiones sucesivas para conseguir acercamientos mayores, he creído descubrir coincidencias muy razonables que me hacen pensar que puedo diferenciar a los miembros de la pareja residente del territorio que más frecuentemente visito. Desde entonces siento mayor complicidad con esta especie y sus vicisitudes, considerándome mucho más que simple fotógrafo de naturaleza.
Explícanos tus sensaciones en el hidrohide; las observaciones que realizas; las precauciones que tomas, …
La sensación que mejor resume recluirse en el cuarto semioscuro que es el hidro es la emoción. Espiar el comportamiento espontáneo de las aves sin influirlo, con la posibilidad de intervenir en los encuadres con superior libertad respecto a cualquier otro sistema de aguardo, es tan extraordinario que llega a convertirse a veces en su principal inconveniente: coger adicción. Terminas arrinconando otras técnicas y posibilidades fotográficas cuando puedes simplemente echarte al agua y sentirte parte del entorno de manera inalcanzable para otras técnicas.
La movilidad característica de este aguardo propicia el aumento de observaciones y ello beneficia el ampliar conocimientos ornitológicos o naturalistas sin más. Como ejemplo las limícolas siempre me han parecido uno de los grupos de aves más complejos de reconocer y con el hidro un una sola temporada he podido ver e identificar numerosas especies, alguna de las cuales no sospechaba que visitasen mi entorno.
El tema de las precauciones con el hidro, o con la fotografía de naturaleza en general, se ha convertido últimamente en motivo de controversia. Personalmente, sin considerarme ejemplar, tengo claro que el respeto y admiración por lo natural es a veces incompatible con conseguir una determinada fotografía. Pero ni me obsesiono ni caigo en un purismo ridículo. Por ejemplo, en cualquier humedal acercarse a la fauna supone a veces molestarla, pero ni ello es obviamente el deseo del fotógrafo ni es más grave que el mismo efecto producido por los disparos de los cazadores, o la actividad de los pescadores en las orillas, el paso de motos, ciclistas, paseantes, naturalistas, etc. Muchos de estos colectivos precisan permiso para ejercer su actividad, también la Fotografía de Naturaleza, por ello poseo los permisos fotográficos genéricos de las comunidades autónomas donde fotografío, e incluso alguno específico para el entorno protegido donde aprendo con la cigüeña negra.
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